ADVERTENCIA

Este blog contiene elementos de lenguaje,salud, sexo y violencia que no debe ser leído por niños, niñas y adolescentes y tampoco por personas que consideren ofensivo su contenido

lunes, 21 de julio de 2008

¿Estar o no estar atada?


Una de mis principales fantasías siempre fue el estar atada, no sólo durante el sexo sino durante una sesión de spanking. La idea de sentirme completamente indefensa y a la merced de alguien me produce un morbo increíble. Obviamente no me gustaría sentirme indefensa frente a cualquier persona. De más está decir que debe existir un nivel de confianza muy elevado con tu pareja antes de siquiera pensar en la posibilidad de ser atada.

En mis primeras conversaciones con Rafa, tocamos este tema y él me comentaba que, a pesar de que no sería algo que descartaría, prefiere que la spankee no esté atada porque le excita mucho más que el castigo sea recibido voluntariamente y que, a pesar del dolor que siente, lo soporte aceptando las consecuencias de sus actos.

Sin duda, el motivo de Rafa me pareció excelente. Luego, cuando nos conocimos y empezamos a tener sesiones se fueron creando en mí sentimientos encontrados con respecto al estar atada. Durante un castigo no puedo evitar moverme e intentar taparme, por lo que Rafa termina sosteniendo mi brazo detrás de mi espalda.

Las ventajas de moverme y taparme es que, cuando lo hago, la lluvia de nalgadas o azotes paran aunque sea por un segundo porque Rafa siempre va a evitar pegarme sobre la mano o en una posición donde el azote pueda caer sobre alguna parte de mi anatomía que pueda causar un daño grave. El tener un respiro durante un castigo es relajante. Sin embargo mi masoquismo psicológico siempre me presiona para entregar más y exponerme más.

Hace algunos meses había comprado una cuerda pensando que era mejor tenerla y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla. Se lo había comentado a rafa y dijo que ya lo usaríamos y hace unos días se presentó esa oportunidad.

Rafa me ha estado pidiendo, o mejor dicho ordenando, que compre un enema desde que llegué, pero he ido posponiéndolo porque el sólo pensar que Rafa me lo ponga me da mucha pena. El caso es que siempre tengo una excusa para no haberlo comprado, así que mi muy merecido castigo por malcriada, se vio empeorado por el castigo adicional por desobediente.

Siempre he podido aguantar más los azotes con el cinturón que con el cepillo. Reiteradamente he explicado mi aversión a la madera por el dolor que produce, y Rafa lo sabe, así que esta vez decidió ensañarse con este instrumento. Pero como sabe que al usarlo provoca que yo me mueva en extremo e intente escapar de sus rodillas, usó la tan ansiada cuerda.

Me ató las muñecas, los tobillos y las rodillas y me acostó sobre varias almohadas dejando mi cola a merced de sus azotes. Si bien me excitó muchísimo, me desesperaba no poder contar con esos segundos de gracia en los que podía descansar de los golpes y terminé arrepintiéndome.
Comenzó con la correa y luego siguió con el cepillo, pero inevitablemente comencé a moverme tratando de escapar. De más está decir que si me caía de la cama estando atada de esa forma, podía haber terminado mal.

Ahora bien. Últimamente a Rafa le ha dado por obligarme a mantener la posición durante un castigo sin intentar taparme bajo la amenaza de que, si lo hago, comenzará de nuevo. Ese día me dijo que iba a darme 50 nalgadas fuertes y que si me movía empezaría y que debía contarlas. Al llegar a 37 me moví involuntariamente y sin piedad decidió empezar nuevamente, pero esta vez con el cepillo. Me aseguró que empezaría a alternar entre el cepillo y la mano cada vez que me moviera. Estuve tentada a moverme después del quinto azote con el cepillo para que cambiara a la mano, pero no sé por qué no me atreví. Sólo quería que mi tormento acabara lo antes posible y supongo que el concentrarme en no moverme, neutralizó un poco el dolor que podía sentir y logré aguantar los 50 azotes, que por simple sadismo de Rafa, cada vez eran más fuertes llegando a ser casi insoportables los últimos cinco, obviamente esperando que me moviera.

Esta nueva forma creo que me gusta más. Es como estar atada psicológicamente porque, a pesar de que sé que puedo moverme y taparme en cualquier momento, estoy conciente de las consecuencias y hago todo lo posible para evitar hacerlo. Además sé que Rafa lo disfruta mucho más porque estoy cumpliendo sus órdenes.

Poco a poco nuestra relación va evolucionando y se van agregando nuevos elementos a nuestras sesiones ¿será que me animaré a comprar el enema? ¿Llegará algún momento en que no podamos innovar más y la relación caiga en la rutina? No quiero pensar en eso... por ahora me dedicaré a disfrutar de la atadura psicológica a la que me somete Rafa de vez en cuando.


2 comentarios:

Spankee BCN dijo...

a mi me gusta que me ate cuando llevo mucho rato moviéndome (es decir, empezar sin ataduras per acabar atada) aunque no siempre... depende del instrumento a usar....
sou demasiado inquieta jijiji

Anónimo dijo...

Es una experiencia increíble... me cuesta trabajo explicar la sensación de relax que sentí la primera vez que me ataron. Sencillamente genial.
Besos!!