ADVERTENCIA

Este blog contiene elementos de lenguaje,salud, sexo y violencia que no debe ser leído por niños, niñas y adolescentes y tampoco por personas que consideren ofensivo su contenido

martes, 16 de octubre de 2007

Y afloraron las lágrimas...


Les escribo sentada de lado porque acabo de recibir la peor paliza que Rafa me ha dado hasta ahora y aunque sé que voy a estar al menos dos días sin sentarme bien y que las marcas van a tardar mucho más en desaparecer, también sé que nunca me he merecido más una buena tunda. Sin embargo, la razón de esta entrada es para contarles que por primera vez lloré durante un castigo... No voy a decir que no me costó apartar el orgullo pero no pude aguantar el llanto y terminé llorando como una niña chiquita.

Una de las primeras reglas que Rafa me puso fue el que debía manejar siempre prudentemente. Debo confesar que me encanta la velocidad y, para mí, la adrenalina que siento cuando voy corriendo en el carro es similar a la que siento justo antes de ser azotada... así que se pueden imaginar que a la menor oportunidad termino pasando, por mucho, el límite legal. Antes solía picar (hacer carreras) con otros carros pero después de haber tenido dos accidentes serios en los cuales los dos carros han quedado destrozados -aunque salí ilesa de ambos- ya no lo hago; sin embargo en esos dos accidentes nunca iba picando.

El caso es que el fin de semana me fui a la playa y, aunque Rafa ya me había advertido que debía tener cuidado y que no debía correr, sin darme cuenta (y juro que no me di cuenta) la aguja llegó a marcar 170 km/h. Pude haber ido a mucha más velocidad, pero había prometido ir a una velocidad prudencial y, a pesar de que ir por la autopista regional del centro prácticamente vacía es un llamado a pisar a fondo el acelerador, debía mantenerme dentro del límite establecido... quizás un poco más pero hasta ahí. Lamentablemente para mi trasero, mi hermanito no se puede quedar callado y le fue con el chisme a Rafa. Obviamente la "arrechera" (léase cólera) de Rafa no se hizo esperar y me aseguró que me había ganado: “una paliza que vas a recordar por siempre” según sus palabras… y lo decía en serio.

Mientras estuve en la playa, que fue desde el jueves hasta el domingo, tuve que acostarme antes de las 12:00am como parte del castigo. Un día decidí no ir a la playa y quedarme sola en la casa. Rafa me llamó y me ordenó buscar una cuchara de madera, bajarme los pantalones y la ropa interior y darme 40 azotes en las nalgas con todas mis fuerzas mientras las contaba. Luego me ordenó escribir 100 veces “No debo manejar a alta velocidad”. Eso fue sólo el inicio… Obviamente, de regreso no se me ocurrió desobedecerlo y, sin haber recibido la paliza que me había prometido, ya estaba arrepentida. Llegué el domingo y me pasó buscando no sin antes ordenarme que llevara el cepillo de madera. Fuimos a comer y de regreso se paró en una calle oscura y me castigó. A pesar de estar en el carro y que es incómodo de por sí me castigó tan severamente que tuvo que colocar mis brazos bajo sus piernas para evitar que me tapara con las manos y me moviera mucho. Ese castigo fue más por malcriada que por correr pero también había algo de reproche en sus azotes.

Hoy (o mejor dicho ayer) sí me tocaba el castigo, o parte del castigo ya que decidió que por ser tan grave la falta van a ser varios castigos. Todo aquél que ha recibido dos o más palizas en días seguidos sabe que es horrible porque las nalgas ya están adoloridas de la paliza del día anterior. De hecho ya se me habían formado unos morados en las nalgas por la tunda del domingo y me dolían mucho así que intenté pedir clemencia pero fue inútil. Me pasó buscando y nos fuimos a su oficina.

Generalmente cuando entramos a la oficina hablamos un rato de cualquier tema antes de pasar al regaño y las típicas nalgadas sobre la ropa. No obstante esta vez me ordenó quitarme el pantalón inmediatamente y me hizo arrodillarme frente a él mientras me regañaba por mi irresponsabilidad y falta de juicio. Me ordenó colocarme sobre sus rodillas y me dio una buena cantidad de nalgadas bastante fuertes. Generalmente logro mantenerme en la posición durante todo el tiempo y no intento taparme con las manos salvo unas cuantas veces. Pero como ya mi piel estaba sensible de la paliza del día anterior. Me quejé bastante y me moví mucho más, lo cual no le agradó a Rafa y buscó el cepillo en mi cartera mientras me dejaba arrodillada en el suelo con las manos en la cabeza.


Yo le rogué que no me pegara con el cepillo pero él no escuchó mis súplicas. En serio odio el cepillo… Otras spankees dicen que prefieren el cepillo al cinturón pero yo no. No es que me guste la correa pero la prefiero al cepillo, no sé por qué pero el dolor que me provoca la madera es insoportable. Además, la intensidad y la rapidez con la que Rafa usa el cepillo hacen que me arda más. Rafa dice que jamás ha usado toda su fuerza al pegarme… que nunca lo haría pero yo podría jurar que más de una vez lo ha hecho, y si no es así prefiero no probarlo.

Me colocó en cuatro (de perrito) y me dio los primeros golpes con el cepillo pero como me movía demasiado terminó sentado en el piso conmigo sobre sus rodillas y luego yo totalmente acostada sobre el piso. Tanto me moví, grité y pataleé que Rafa se molestó y pasó a la correa. Él dice que, al parecer, yo sólo entiendo con ella. Yo le digo que no es cierto, y en más en este caso. Estaba arrepentida de haber manejado a esa velocidad desde mucho antes de que me castigara. Al rato me envió de rodillas al rincón mientras leía la tarea que me había ordenado hacer.

La tarea consistía en escribir en una hoja cinco razones por las cuales no debo correr. Realmente la hice 10 minutos antes de que Rafa llegara a buscarme y no pensé mucho así que escribí:

1. Puedo perder el control del vehículo.
2. Puedo atropellar a alguien que esté cruzando la calle.
3. Puedo chocar con otro carro.
4. Puedo salir herida o muerta así como cualquier persona que esté alrededor.
5. Es ilegal.

Y aquí es donde comienza la historia de cómo lloré. Rafa había colocado la hoja sobre la mesa y me ordenó colocarme con los brazos apoyados sobre la mesa mirando a la hoja de papel con la espalda arqueada y mis nalgas expuestas. Colocó encima de la mesa el cepillo y la correa y me preguntó cual prefería… obviamente le contesté que ninguna. Así que decidió usar las dos más su pesada mano.

Me hizo leer cada una de las reglas dándome un azote por cada palabra. Cuando decía más de dos palabras seguidas o la decía antes de que me lo ordenara volvía a comenzar. Además intercambiaba los instrumentos varias veces y me hacía repetir las frases hasta que estaba convencido de que las había entendido bien. Estuve más de media hora leyendo y escuchando sus regaños… jamás me había hablado tan fuerte ni había sido tan severo. No sé si fue porque me hizo dar cuenta de que fui muy irresponsable y todo lo que pudo haber pasado, los azotes tan fuertes que me daba, la vergüenza que me daba estar casi desnuda, la presión de leer pausadamente cada palabra o la forma en que me regañaba, o quizás el conjunto de todas las anteriores pero después de la segunda vez que repetí la primera razón para no correr las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Al principio intenté contenerlas pera luego no pude resistirme más y me sentía tan mal por haber manejado como lo hice que no pude evitar desmoronarme.

La descarga emocional que sentí fue increíble. Me encantó el desahogo que logré a través de mis lágrimas y la combinación con la vergüenza que sentía por el hecho de que Rafa me viese llorando fue inigualable. No creo que sea una experiencia que se repita a menudo, pero sin duda alguna ya Rafa descubrió cómo quebrar mi orgullo y mis defensas y seguramente no será la última vez que lo logre.

No sé qué pasaba por la mente de Rafa cuando me veía llorando, aunque casi todo el tiempo tuve la cabeza baja para que no me viera; sin embargo no pareció conmoverse con mis lágrimas y me azotó hasta que estuvo convencido de que había aprendido mi lección. Luego me levantó, me sentó sobre sus rodillas, me abrazó y me besó recordándome que todo lo hace por mi bien y porque me quiere mientras secaba mis lágrimas.

Es tardísimo y no me di cuenta de la hora. Tenía permiso de quedarme despierta hasta la 1:00 am pero espero que Rafa entienda que estaba escribiendo esta entrada y no decida castigarme por esto.

Ahora bien… mientras esperamos la tercera y última parte del relato del regalo de cumpleaños de Rafa me gustaría saber ¿Que sienten los spankers cuando ven a su spankee llorando durante una buena tunda? y ¿Qué sienten las otras spankees cuando lloran? Espero sus respuestas.

jueves, 4 de octubre de 2007

¿Por qué soy Spankee?

Seguimos en la espera de el relato de Rafa... Yo también me estoy empezando a impacientar!!! cada vez que hablo con Rafa lo sigo presionando pero lamentablemente está súper ocupado con el trabajo y no ha tenido tiempo de sentarse a escribir. Les prometo que seguiré presionando...

En esta oportunidad quiero hacer referencia a un artículo publicado por Jano en Azotes y Nalgadas el 22 de febrero de 2006 y que no había tenido la oportunidad de leer. Su interrogante principal es "¿Qué pasa en la psique o el cuerpo de la spankee? ¿Cuál es la causa primigenia que las pone en manos del spanker? ¿Cuál es la etiología de su placer? (Sabemos o creo yo saber, que la spankee nunca va a confesar o admitir verbalmente que le gusta ni a pedir directamente que la castiguen: al menos, eso es en nuestro caso) ¿Qué mecanismos se disparan en ella (o en él) para que el dolor se convierta en placer?"

Pero más que hacer la referencia a la pregunta de Jano, quiero copiar una de las respuestas que recibió de una spankee anónima que describe perfectamente lo que sentimos las spankees y lo que nos lleva a aceptar una buena tunda. Es una respuesta a una pregunta que me han hecho varias personas vainillas cuando les he hablado del tema... ¿Por qué te gusta que te peguen? Sé que puedo parecer floja al contestar esta pregunta con la respuesta de otra persona pero es que después de leerla pienso que resume perfectamente mi punto de vista.

Nuestra querida amiga anónima contestó:

"Bastantes interrogantes sobre una/un spankee se plantean aquí y bien interesantes de discernir y posteriormente discutir.

Intentare plasmar mi propio sentimiento como spankee y que me impulsa a terminar en las rodillas del Spanker y por ende dejarme azotar.

No creo, por lo menos ese es mi caso, que el dolor sea lo que me motive ya que no busco el dolor como tal. El dolor no me causa placer, lo soporto, es parte del juego pero no es el placer en si mismo. Es la situación global la que hace que mis hormonas se aceleren.

Como bien dice este artículo el cerebro es el órgano más erótico y es en el cerebro donde la fantasía y el juego están implantados en primera instancia.

En la travesura, la rebeldía, la actitud de niña es donde comienza el placer por que allí es donde se origina un juego entre el spanker y la spankee, pero quizás uno de los mayores ingredientes es la complicidad de saber que es algo que solo tu y tu Spanker saben que esta comenzando. De ahí se desprende todo, las miradas, las palabras amenazantes y es cuando las mariposas revolotean sin cesar por mi estomago y mi cerebro inicia su ya imparable carrera al erotismo, que para mi, es el spanking. Cuando por fin llega el increíble momento de la azotaina siempre se produce en mí una ansiedad, producto del temor al dolor( por supuesto, creo que es una reacción humana) y como resultado de no saber como transcurrirá el juego y que sensaciones nuevas y cuales conocidas se gestaran en mi interior. (Cada vez descubro algo nuevo en mi misma).

La actitud del Spanker unida a mis sensaciones hace explosión y me llevan a umbrales increíbles y maravillosos, los azotes como tal son la consecuencia. Podría atreverme a decir que es tan intenso el momento que se vive, la sensación de ceder el control, el sentirte indefensa por voluntad propia, por el solo placer de sentir placer, que el dolor (aunque se siente y a veces es fuerte) pasa a un segundo plano.

Opino que los limites del dolor se van rebasando a medida que la/el spankee va descubriendo lo intangible del juego, esas pequeñas y grandes cosas que te llevan a sentirte en la gloria y por eso el dolor va siendo manejado y controlado. Cuando un/una spankee, solo piensa en el dolor este será sentido en mayor magnitud y el dolor cegara e incapacitara al cerebro para sentir placer.

No creo que existan personas que les guste sentir dolor por el simple hecho de sentirlo, creo que existimos personas que asumimos y combinamos el dolor, de unos azotes por ejemplo, a sensaciones producidas por un global que incluye azotes pero que ellos solos no producen nada diferente al dolor por consiguiente no hay placer.

Por eso creo que ser spankee o spanker es un proceso de conocimiento y aprendizaje de uno mismo para poder llegar a disfrutar al máximo. Lo comparo con aprender a esquiar en la nieve; al principio te caerás y te darás golpes que dolerán pero si dejas que eso sea lo único el miedo al dolor te impedirá continuar y jamás descubrirás lo que se siente cuando el aire frió llega a tu cara y golpea y el olor de los pinos entra a tu organismo y sientes una sensación de libertad que no puedes describir".

No puedo menos que admirar la forma tan detallada y precisa con la que esta spankee anónima expresa lo que nos motiva a las/los spankees a ser lo que somos y a sentir como sentimos.

Les dejo el vínculo para las personas que quieran leer y obviamente los invito a leer este blog que me ha dejado encantada y que sigo devorando porque no he podido leerlo todo por ser tan extenso... Saludos a todos...

martes, 2 de octubre de 2007

Quiero llorar y no puedo

Empecé a escribir esta entrada y por alguna extraña razón se me borró más de la mitad de lo que había escrito y los cambios se guardaron antes de que puediese hacer algo, así que no tengo más remedio que volverlo a escribir.

Al empezar explicaba que sé que esperan una continuación a la entrada anterior donde hablaba del sexo entre Rafa y yo. Sin embargo, como le he comentado a algunas personas, considero pertinente que sea el mismo Rafa el que nos cuente la experiencia ya que fue su regalo de cumpleaños y porque quiero conocer su punto de vista como spanker de lo ocurrió.

Esta entrada tiene como fin confesarles uno de mis mayores sueños como spankee. Siempre he tenido la fantasía de llorar durante un castigo; sin embargo nunca lo he logrado, y les aseguro que no es por falta de severidad de Rafa. Él también se sorprende y asegura que no va a ser posible hacerme llorar de dolor, que la única forma que yo llore tiene que ser algo psicológico.

Supongo que tiene razón. Más de una vez mis amigos han dicho que soy como una roca... que en momentos dramáticos o de mucha tensión yo ni me inmuto. Hay quién ha llegado a decir que no tengo sentimientos... tampoco es así... lo que pasa es que hay momentos en que el orgullo es más fuerte que yo y otros donde la situación no me permite darme el lujo de quebrarme. Sin embargo, y por muy irónico que parezca, suelo llorar al ver películas... he visto Pearl Habor 7 veces y las 7 veces he llorado... ¿Quién sabe por qué?

No obstante hubo una vez en la que Rafa casi me hace llorar como una niña chiquita, aunque no lloré más por orgullosa que por otra cosa. Fue durante mi tercer castigo y todavía no conocía a Rafa lo suficiente como para sentirme cómoda llorando frente a él.

Como les comenté una vez, el relato sobre mi primer castigo fue una tarea que Rafa me ordenó hacer y por flojera no la entregué el día que debía lo cual me ganó una buena tunda. Obviamente no hay nada como unas buenas nalgadas, unos fuertes correazos, un rato en el rincón y nalgadas nuevamente intercalados entre regaños como para inspirar a cualquiera. Ese día apenas llegué a mi casa comencé a escribir... mis nalgas ardiendo y mi incomodidad para sentarme me recordaban a cada segundo que debía hacer mi tarea. Las palabras salían como si siempre hubiese sabido qué y cómo iba a escribir el relato. Le envié tres párrafos a Rafa, ya que la tarea original debía tener esa extensión. Sin embargo estaba tan inspirada que escribí mucho más que eso. A Rafa le encantó el adelanto así que inmediatamente me dio una fecha cercana a nuestro próximo castigo.

Para el tercer castigo yo todavía le debía a Rafa 8 correazos, ya que lo correazos del castigo anterior tuvieron otro motivo. El caso es que después de una buena sesión de nalgadas, las cuales nunca he contado pero estoy segura que no bajan de 150, me envió al rincón un rato mientras prendía la computadora y la impresora, luego me ordenó abrir el archivo donde tenía la tarea para imprimirlo. Nuevamente al rincón... a veces pienso que paso más tiempo en el rincón que siendo azotada...

Cuando Rafa me fue a buscar, me llevó a la otra habitación de su oficina en la que generalmente usa la correa por tener más espacio y estar mejor acondicionado para esos menesteres... además esa habitacíón tiene forrado de espejos las paredes y a él le encanta verme la cara mientras me azota. -No sé porqué la oficina tiene espejos en las paredes... y en el techo también, pero es así-.

Encima de la mesa, frente al espejo, había colocado el relato y me ordeno recostarme sobre la mesa de modo que quedara reposando sobre mis brazos y éstos a los lados del relato... muy al estilo de Maggie Gyllenhaal en la escena de spanking en La Secretaria.

Me ordenó leer el relato (que en físico tiene tres páginas) mientras me azotaba a veces con la correa para llegar a los 8 azotes que le debía. el resto del tiempo me daba nalgadas o me halaba el cabello y me repetía que leyera más despacio (obviamente en esta situación una quiere leer lo más rápido posible para que el martirio termine más rápido).

Entre la presión de estár recostada a la mesa desnuda de la cintura para abajo, intentando leer lentamente un escrito de 3 páginas en Garamond 12 a espacio sencillo, mientras era nalgueada y azotada con una correa que debían ser 8 azotes los cuales obviamente no estaba contando por lo que pudieron haber sido 6, como 10 (aunque Rafa jura que sólo fueron sólo 8) Como yo no sabía cuantos iban siempre estaba esperando el siguiente... Rafa luego me comentó que me iba a preguntar cuantos iban y si me equivocaba comenzaba de nuevo... gracias a Dios que no lo hizo porque no sólo no llevaba la cuenta, sino que si lo hubiese hecho seguramente sí me habría puesto a llorar.

El caso es que mientras leía la voz se me cortaba y tenía un nudo en la garganta, pero entre mi orgullo y el miedo que tenía a qué podía ocurrir si me detenía a llorar -Porque ya me había detenido tras algún azote muy fuerte con la correa y siempre recibía una fuerte nalgada con la orden: "sigue leyendo"-.

Si alguna vez en estos dos meses he estado a punto de llorar ese fue el momento y siempre que lo recuerdo me dan escalofríos. Sin duda alguna el llanto es algo más psicológico que físico y estoy segura que Rafa está buscando alguna manera de quebrar mi orgullo y mis defensas... Ya veremos qué ocurre.

No se desesperen... yo también estoy esperando el relato de lo que ocurrió el domingo, que fue cuando le di su regalo de cumpleaños a Rafa... Así como ustedes, yo también me muero por leerlo, ya prometí presionarlo un poco para que lo escriba lo antes posible. Muchos saludos...