ADVERTENCIA

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miércoles, 26 de septiembre de 2007

Rafa, el sexo y yo

Ok, esta entrada es para aclarar algo que me han preguntado hasta el cansancio: ¿Por qué Rafa y yo no tenemos relaciones sexuales?. Es un tema complicado que trataré de desglosarlo y aclarar la mayoría de las dudas.

Las condiciones en las que conocí a Rafa no eran las más adecuadas para confiar ciegamente en él y supongo que para que yo estuviese más tranquila con respecto a un encuentro él prometió que sería una relación exclusiva de spanking disciplinario y que el sexo quedaría fuera del castigo si yo así lo decidía. Obviamente no ha sido algo fácil ni para él ni para mí. Requiere una fuerza de voluntad de hierro y la verdad lo admiro por eso. No sé para quién ha sido más difícil, si para él o para mí... aunque yo creo que para él. En especial durante los últimos castigos en los que por mi malcriadez extrema me ha ordenado quitarme toda la ropa porque, como dice él (y yo lo apoyo), la verguenza y la humillación son parte esencial de todo castigo.

No voy a mentir, la situación se ha ido poniendo más intensa día a día. Yo sé que él se excita muchísimo con esto y yo... bueno, basta decir que he descubierto que puedo tener orgasmos durante un castigo. Puede que haya personas que no lo crean pero juro que estoy siendo honesta.

Ahora bien, sigue la pregunta ¿Por qué no ha habido sexo después de que ya nos conocimos? Hay personas que me han dicho que se nota que entre Rafa y yo hay una conexión más allá del spanking... y sí la hay. Precisamente esa era mi principal razón. Como ya he dicho antes Rafa es un hombre maravilloso con un montón de cualidades... llevo poco tiempo conociendolo pero por lo poco que conozco de él se perfila como el hombre ideal, al menos para mí. Él dice lo mismo de mí y yo le contesto que eso es porque no me conoce bien... El caso es que a partir de eso puedo dividir mi decisión de no levantarle la promesa en dos razones:

La primera razón es que sé que una vez que el sexo se haya incluído en esta relación voy a perder el poco control que puedo tener. Aunque Rafa siempre diga que al final la spankee siempre va a tener el control de la situación, quiero ver que alguna intente llevar el control cuando su spanker tiene el cinturón en la mano. Además, le decía a Rafa que en el momento en que estuviésemos juntos, sexualmente hablando, ya él no sería mi spanker... sería mi señor. Yo sería total y completamente suya y eso es algo que me daba pánico porque jamás me he entregado a ese grado. Lo que me lleva a mi segunda razón:

En mi experiencia el sexo tiene dos consecuencias: o hace que te conectes más a esa persona o hace que comienzes a sentir una aversión hacia él. Al menos para mí ha sido así. Aunque realmente no me preocupaba sentir aversión por Rafa, lo que más me preocupaba era enamorarme de él, de sentir algo que me pueda herir.

Ahora bien ¿A qué se deben todas estas disertaciones? Bueno, les cuento... como les comenté las cosas están bastante tensas en el ámbito sexual entre Rafa y yo. El lunes pasado me ordenó desvestirme completamente por primera vez y se podrán imaginar que fue muy difícil mantener el control; sin embargo, caballero como es, Rafa se comportó a la altura aunque a veces rozaba mi seno, más para humillarme que por otra cosa.

Ese día después de la paliza nos fuimos a una reunión en casa de uno de sus amigos. De más está decir que no me senté en toda la noche aunque, a pesar de que las nalgas me ardían, no pude evitar aprovechar un poco la situación amenazándolo con delatar su secreto. "Ojalá tus amigos me pregunten cómo nos conocimos para contarles", "Ale, no se te ocurra porque ahí sí de daría la paliza de tu vida", "¿Por qué? Una de las reglas que TÚ me pusiste es que jamás debo mentir", "Alejandra: Hazlo para que veas...". Obviamente no dije nada pero fue divertido retarlo. Me dio un par de nalgadas cuando nadie veía y eso fue todo... hasta que me dejó en mi casa. Recuerden que mi trasero había quedado muy maltratado, porque Rafa había tenído mi primer encuentro con la cuchara de madera (la misma que usaba al principio para azotarme yo misma en nuestros castigos virtuales). Definitivamente odio la madera...

Obviamente mi acto de rebeldía no se iba a quedar sin castigo y allí mismo en el carro en una calle obscura me dió el castigo que me merecía por mi altanería. Se podrán imaginar que yo no soportaba más así que le rogué que por favor se detuviera. Su respuesta: Cinco azotes fuertes con la cuchara para que aprendiera bien la lección. Colocó el respaldar del asiento inclinado hacia atrás y me ordenó que me recostara sobre él. Los debía contar y dar las gracias... De más está decir que fue horrible y después de esos cinco azotes me abrazó y me recordó que eso lo hace por mi bien. Sin embargo en medio de ese abrazo ocurrió lo que secretamente había deseado tantas veces: Nos besamos.

Fue un beso mágico, como sacado de una película. No sé si fue la situación o las ganas acumuladas pero realmente fue maravilloso. Jamás había dado un beso tan intenso ni tan perfecto. Rafa no intentó más nada, supongo que por miedo a arruinar el momento. Ahora bien, como entenderán las cosas se han complicado...

Mi último castigo, fue mucho más intenso... fue el sábado y yo estaba otra vez desnuda... Esta vez Rafa fue mucho más allá. Me pasó frente a un espejo y me hizo verme mientras recorría mi cuerpo con sus manos y me repetía: "Tú eres mía, todo esto es mío"... ¿Cuántas veces no hemos querido escuchar eso de alguien? La verdad me excitó muchísimo y lamento no haber tenido el valor de pedirle que me terminara de hacer suya. En el momento en que lo pensé ya era muy tarde y teníamos que irnos porque iban a cerrar el estacionamiento.

Después de esto Rafa y yo hablamos y le levanté la promesa. Aún no hemos tenido la oportunidad de aprovecharlo, pero me imagino que será muy interesante porque hace poco fue su cumpleaños y le prometí que me iba a disfrazar de colegiala ya que sé que es una de sus fantasías.

No les voy a decir que no sigo teniendo miedo... pero ya menos. Tenía miedo a quererlo y ya lo quiero así que ¿Para qué seguir postergando lo que tanto hemos deseado? Sé que voy a salir herida, pero, como Rafa me hizo entender, yo no soy la única que se arriesga a enamorarse... Ya veremos qué pasa...

Cabe destacar que no sé si Rafa sabe lo mucho que lo quiero y todo el cariño que le he agarrado durante este tiempo... supongo que se lo he demostrado aunque no se lo diga, y si no lo sabe, lo sabrá al leer esto. Siempre le digo que me encanta y la verdad sé que ya no hay vuelta a atrás... Veo el dolor venir y no me importa, es un riesgo que voy a correr....

lunes, 24 de septiembre de 2007

¿Qué será del futuro?

Antes que nada quiero agradecer a Rafa su apoyo en esta aventura de escribir sobre nuestras experiencias y por haber decidido participar haciendo su aportes porque, como dije antes, también me llama la atención saber qué pasa por la mente de un spanker...

Ayer, hablando con un amigo sobre el spanking me preguntaba si yo estaría dispuesta a vivir toda la vida en una relación de DD ¿Qué pasaría si yo me casara con un hombre spanker? o más aún ¿Cuánto tiempo aguantaría estar en esta situación?. Slater piensa que esto es nada más una etapa y que se me va a pasar, a lo que no puedo menos que reirme porque si es una etapa, es una etapa que me ha durado toda la vida. Si bien es ahora que la estoy viviendo a plenitud, cada día que pasa me convenzo más de que sin el spanking ya no puedo vivir.

Hace unos días le comentaba a Rafa que me preocupa mucho mi adicción al spanking, porque después de haberlo probado dudo que pueda volver a tener una relación "normal". Su respuesta fue: "Bienvenida a mi mundo". Y me di cuenta que para él también debe ser difícil. Inconcientemente asumí que para él es más sencillo porque muchas mujeres tenemos la fantasía y el deseo de que un hombre nos domine en mayor o menor grado. Obviamente habrá mujeres que no estén dispuestas a recibir unos buenos correazos en la posición en cuatro (de perrito)... lo cual entiendo porque, hasta ahora, es la posición que menos me gusta (por no decir que la odio) por el grado de humillación que tiene al mostrarle a Rafa más de lo que estoy acostumbrada a mostrar y porque realmente los azotes duelen más en esa posición. Sin embargo estoy convencida que todas, o casi todas las mujeres ya que la excepción hace la regla, le gusta que le den unas nalgadas de vez en cuando durante el sexo. Pero ¿Cómo hace un spanker o una spankee para decirle a su pareja lo que siente? Hablándolo obviamente, pero no es tan fácil... Yo sólo se lo dije a dos de mis novios, pero eso no quiere decir que hayan sido las únicas relaciones que he tenido.

El caso es que nos enfrascamos en una discusión de si era más fácil para nosotras o para ellos... Yo argumentaba que para ellos es más sencillo ir llevando a la pareja poco a poco desde unas nalgadas durante el sexo a un juego de nalgadas hasta poder hablarlo directamente, en cambio una spankee tiene que pedirlo expresamente, tiene que hablarlo directamente porque por más indirectas e insinuaciones que una haga, los hombres generalmente no entienden. Sin embargo Rafa dice que es más fácil que una mujer lo pida porque su pareja siempre intentará complacerla (eso es relativo y la prueba está en la primera entrada), en cambio si ellos hacen lo mismo corren el riesgo de ser vistos como unos pervertidos, sádicos y agresivos... Al final no llegamos a ningún acuerdo.

Definitivamente estoy de acuerdo con Rafa en que lo mejor es la comunicación... pero no es tan fácil hablarlo abiertamente. Lamentablemente vivimos en una sociedad llena de prejuicios y tabúes y tocar estos temas se hace muy difícil. Rafa dice que no entiende cómo yo puedo hablar de esto con algunos de mis amigos.. también dice que doy demasiados detalles.. supongo que como es un viejo no es tan abierto con respecto a su vida privada. (Lo de viejo es una broma)

Para contestarle a Slater ¿Me gustaría casarme con un spanker? Sí, no tengo la menor duda... ¿Encontraré a alguno? No lo sé. Es un tema que realmente me preocupa y sé que a Rafa también... Quién sabe qué nos deparará el destino.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Mi primer castigo real

Gracias a Dios encontré el archivo del que les había hablado antes de que Rafa me ordenara transcribirlo. Este archivo fue una tarea que me colocó Rafa y que, al ordenarmelo, me dio mucho fastidio y no la entregué el día que debía, lo cual obviamente me hizo acreedora de una buena tunda de la cual les contaré en otro momento. El relato explica con bastante detalle como fue mi primer castigo y según Rafa me saqué un 20... aunque eso no redimió el hecho de haber desobedecido la orden explícita de entregarla el día que estaba pautado.

El relato es el siguiente, espero que lo disfruten:

“Estoy llegando” me dijo. Mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido. No sabía que esperar y por un segundo pensé en inventar alguna excusa para librarme del rollo en el que me había metido; sin embargo, la curiosidad y el orgullo pudieron más que el miedo que me daba el encontrarme con el spanker que había conocido por Internet y con el que había acordado verme para recibir una buena tunda.

No puedo decir que no me mereciera la paliza que iba a recibir. Mi comportamiento esa semana me había hecho acreedora de varios castigos a lo largo de toda la semana. Castigos que, hasta el momento, me los daba yo misma y él los supervisaba a través de la cámara en Internet. El intercambio de todos esos castigos por uno sólo real ya no me parecían tan buena idea. Al fin y al cabo, no sabía qué tan severo y agresivo podría ser en realidad. Sin embargo ya lo había conocido personalmente y no me pareció el típico loco que uno se encuentra en una página de spanking.

Salí y me monté en el carro. Me preguntó si estaba totalmente segura de lo que estaba haciendo. Tuve la tentación de decirle que no pero, como dije anteriormente, mi curiosidad podía más. El camino fue bastante cordial, hablamos de temas variados y hasta bromeamos. Era muy difícil imaginarlo regañándome e incluso castigándome debido a su cara de niño ¡Qué equivocada estaba!

Llegamos a su oficina, abrió la puerta y me dejó pasar. En ese momento recordé que había dejado en la casa la cuchara de madera que me había ordenado llevar, sabía que eso iba a ser un castigo adicional así que decidí no decir nada rogando que no se acordara. Estaba muerta de miedo pero mi orgullo no me dejaba demostrarlo. Me enseñó el lugar y me dijo que me sentara frente a él. Nuevamente me preguntó si estaba segura... Era el momento definitivo, sabía que si aceptaba no había marcha atrás y que tenía que aguantar hasta que él decidiera que era suficiente si no quería que fuese peor. “Estoy aquí por algo ¿No?” fue mi respuesta. Por un momento pensé que se iba a molestar por contestarle de esa manera pero no fue así. Supongo que él estaba tan nervioso como yo. Lamentablemente sí se acordó de la cuchara, pero no me dijo el castigo que me había ganado por dejarlo.

Me regañó por mi comportamiento mientras me pegaba con su mano, me recordó todas las faltas que había cometido y el castigo que iba recibir: una buena sesión de nalgadas y 20 correazos. No pude evitar reírme, me hacía gracia lo absurdo de la situación. Varias veces habíamos hablado de lo que nos gustaba del spanking y, sin duda alguna tengo que admitir que lo que más me gusta es el principio… la tensión y la angustia de no saber qué es lo que viene, o de saberlo y estar consciente de que no se puede hacer nada. Esos momentos antes de ser azotada son inigualables y cada gesto, cada palabra, cada orden y cada mirada provocan las mismas sensaciones que provocarían caricias en otras circunstancias.

Me colocó sobre sus rodillas y me pegó varias veces, no muy fuerte pero sí con un ritmo constante. Me levantó y me dijo: “Quítate los pantalones, dóblalos y colócalos sobre la mesa”. Sabía que el castigo iba a ser sin pantalones, ya habíamos acordado que por ser el primero no me iba a quitar la ropa interior siempre y cuando llevara un hilo puesto. No obstante, el tenerlo en frente y pensar que me iba a ver en ropa interior me avergonzó e intenté resistirme. Unos azotes fuertes en las nalgas me dieron a entender que no iba a aceptar desobediencias, así que hice lo que me había pedido.

Con calma examinó mis nalgas y las sobó lentamente. Lamentó tener que castigarlas tan severamente pero me recordó que yo me lo había buscado. Me dijo que me colocara nuevamente sobre sus rodillas, lo cual obviamente es más humillante a que te obliguen a hacerlo, pero sabía que no debía resistirme o sería peor. Ya en sus rodillas con mis nalgas expuestas me recordó lo que me esperaba y sin más, comenzó a azotarme. Al principio no fue tan mal, era hasta divertido pero poco a poco la temperatura de mi trasero comenzó a elevarse y lo que era un dolor placentero comenzó a ser un dolor real. De vez en cuando, se detenía y me ordenaba levantarme para examinar mis nalgas o bien dejarme parada mirando a la pared mientras él tomaba agua y descansaba un poco.

Después de muchas nalgadas, las cuales me fueron imposibles contar, finalmente se detuvo, no sin antes hacerme saber que serían los últimos azotes con la mano y darlos especialmente fuertes. Las nalgas me ardían y me dolían, pero sabía que aún no se había acabado: faltaba lo peor: la correa. Otro rato mirando a la pared sirvió para aumentar la agonía de lo que me esperaba y sabía que lo que había sufrido no era nada comparado con los veinte azotes que iba a recibir.

Con mucha calma y sin decir nada me condujo hasta la otra habitación y me ordenó recostarme sobre el escritorio. Se puso frente a mí y lentamente se quitó el cinturón de cuero negro y grueso; lentamente lo dobló y mi cuerpo se estremeció cuando lo hizo sonar. Sabía que no iba a ser una experiencia agradable, y a la vez sabía que nada me iba a salvar de eso. Yo había aceptado recibir el castigo y nadie me había obligado a estar ahí.

Los primeros diez correazos fueron horribles, pero aguantables. Después de esos me obligó a sentarme sobre sus rodillas mientras me regañaba y me recordaba que eso lo hacía por mi bien. El comentario me dio risa lo que me ganó 3 correazos más. Debí haberme quedado callada. En ese momento se acordó de mi falta al haber dejado la cuchara que me había ordenado llevar. Pero, para ser condescendiente, me dejó decidir entre 25 correazos el sábado siguiente o 5 más ese día y 12 el sábado, siempre y cuando tuviese que escribir unas líneas ese día.

Él sabía lo que yo detesto escribir líneas. ¡No lo soporto! Por eso lo hizo. Estábamos hablando de 8 correazos menos y divididos en dos tandas. Pero tenía que escribir líneas… Mi cuerpo me decía: ¡Agarra las líneas! Pero mi orgullo no me dejaba. Como no sabía que contestar me levantó y me llevó nuevamente a la posición anterior para darme los próximos 10 azotes. Cada golpe me parecía peor que el anterior y podía sentir como mis nalgas, ya bastante rojas por la tunda, podían escocer al más mínimo roce del cuero. Al finalizar se detuvo otra vez y me preguntó cuál era mi decisión.

Sabía que estaba disfrutando el verme debatir entre lo lógico y mi orgullo. Sin embargo después de 20 correazos mi orgullo ya no era tan fuerte como al principio. Elegí las líneas. Pero aún me faltaban 8 correazos más… ¡Qué agonía! Nuevamente a la posición original. “Estos van a ser los más fuertes”. Tenía que contarlos, dar las gracias y pedir el próximo. Como si contarlos y dar las gracias no fuese ya lo suficientemente humillante, pedir el siguiente ¡era el colmo¡ Pero no me atreví a discutir. Cuando dijo que iban a ser los azotes más fuertes no mentía. Hasta ahora había mantenido la posición por orgullo pero a cada azote era cada vez más difícil. “veinticuatro, gracias señor, por favor déme otro”. Faltaban sólo cuatro y ya no aguantaba más, pero no podía decir que no podía, igual no iba a servir de nada. Sin embargo ya no podía mantener la postura con los golpes y una o dos veces me levanté por completo. El último azote fue realmente fuerte. Mis nalgas no sólo ardían sino que podía sentir como palpitaban las marcas que me había dejado el cinturón y que posteriormente se convertirían en morados que tardaron más de una semana en desaparecer.

Me levanté y me obligó a besar el cinturón. Me hizo pedir perdón por mis faltas y asegurarle que de ahora en adelante sería una niña buena, obediente y que no volvería a ser malcriada. Me llevó a la otra habitación y me dijo que me sentara, ¡No podía sentarme! Él lo entendió y me dejó otro rato arrodillada mirando a la pared. Mientras estuve en esa posición puede ver cómo buscaba una hoja y un bolígrafo y escribía algo en ellos. Con todo lo que había pasado ya se me había olvidado lo de las malditas líneas.

Después de un tiempo que se me hizo interminable me ordenó levantarme y sentarme en la silla. Me costó mucho encontrar una posición en la que pudiese permanecer sentada ya que me dolía muchísimo, especialmente mi nalga derecha. Sin embargo, no quería darle la satisfacción de saber cuánto me dolía así que intenté disimularlo lo mejor que podía. Ahí estaba, escrito en la hoja lo que tenía que copiar 20 veces: “Soy una niña malcriada y mal portada que debe ser castigada con muchas nalgadas” ¡Aparte tenía que admitir que era malcriada y que me merecía los azotes! ¿Dónde quedaron las líneas de “No debo ser malcriada”? Escribí las líneas una a una juntando el poco de orgullo que aún me quedaba para no hacer ninguna queja ni ninguna expresión facial que denotara mi incomodidad. Finalmente terminé y se las entregué para que las revisara.

“Muy bien, ¿ves que bella te ves cuando eres una niña buena y obediente?” Revisó nuevamente mi trasero adolorido antes de ordenarme que me vistiera. Mientras lo hacía me repetía cómo debía comportarme de ahora en adelante y me hacía repetir todo lo que decía. Un par de nalgadas para confirmar que todo había quedado claro y nos fuimos.

De más está decir que me costó mucho sentarme en el carro, él lo sabía pero no decía nada. Tenía una sonrisa en el rostro mientras miraba de reojo como buscaba acomodarme en el asiento. Me dejó en mi casa y al llegar no pude menos que salir corriendo a verme en el espejo… La vista de unas nalgas recién azotadas son inigualables… ¿O me equivoco?

viernes, 21 de septiembre de 2007