
Una de las primeras reglas que Rafa me puso fue el que debía manejar siempre prudentemente. Debo confesar que me encanta la velocidad y, para mí, la adrenalina que siento cuando voy corriendo en el carro es similar a la que siento justo antes de ser azotada... así que se pueden imaginar que a la menor oportunidad termino pasando, por mucho, el límite legal. Antes solía picar (hacer carreras) con otros carros pero después de haber tenido dos accidentes serios en los cuales los dos carros han quedado destrozados -aunque salí ilesa de ambos- ya no lo hago; sin embargo en esos dos accidentes nunca iba picando.
El caso es que el fin de semana me fui a la playa y, aunque Rafa ya me había advertido que debía tener cuidado y que no debía correr, sin darme cuenta (y juro que no me di cuenta) la aguja llegó a marcar 170 km/h. Pude haber ido a mucha más velocidad, pero había prometido ir a una velocidad prudencial y, a pesar de que ir por la autopista regional del centro prácticamente vacía es un llamado a pisar a fondo el acelerador, debía mantenerme dentro del límite establecido... quizás un poco más pero hasta ahí. Lamentablemente para mi trasero, mi hermanito no se puede quedar callado y le fue con el chisme a Rafa. Obviamente la "arrechera" (léase cólera) de Rafa no se hizo esperar y me aseguró que me había ganado: “una paliza que vas a recordar por siempre” según sus palabras… y lo decía en serio.
Mientras estuve en la playa, que fue desde el jueves hasta el domingo, tuve que acostarme antes de las 12:00am como parte del castigo. Un día decidí no ir a la playa y quedarme sola en la casa. Rafa me llamó y me ordenó buscar una cuchara de madera, bajarme los pantalones y la ropa interior y darme 40 azotes en las nalgas con todas mis fuerzas mientras las contaba. Luego me ordenó escribir 100 veces “No debo manejar a alta velocidad”. Eso fue sólo el inicio… Obviamente, de regreso no se me ocurrió desobedecerlo y, sin haber recibido la paliza que me había prometido, ya estaba arrepentida. Llegué el domingo y me pasó buscando no sin antes ordenarme que llevara el cepillo de madera. Fuimos a comer y de regreso se paró en una calle oscura y me castigó. A pesar de estar en el carro y que es incómodo de por sí me castigó tan severamente que tuvo que colocar mis brazos bajo sus piernas para evitar que me tapara con las manos y me moviera mucho. Ese castigo fue más por malcriada que por correr pero también había algo de reproche en sus azotes.
Hoy (o mejor dicho ayer) sí me tocaba el castigo, o parte del castigo ya que decidió que por ser tan grave la falta van a ser varios castigos. Todo aquél que ha recibido dos o más palizas en días seguidos sabe que es horrible porque las nalgas ya están adoloridas de la paliza del día anterior. De hecho ya se me habían formado unos morados en las nalgas por la tunda del domingo y me dolían mucho así que intenté pedir clemencia pero fue inútil. Me pasó buscando y nos fuimos a su oficina.
Generalmente cuando entramos a la oficina hablamos un rato de cualquier tema antes de pasar al regaño y las típicas nalgadas sobre la ropa. No obstante esta vez me ordenó quitarme el pantalón inmediatamente y me hizo arrodillarme frente a él mientras me regañaba por mi irresponsabilidad y falta de juicio. Me ordenó colocarme sobre sus rodillas y me dio una buena cantidad de nalgadas bastante fuertes. Generalmente logro mantenerme en la posición durante todo el tiempo y no intento taparme con las manos salvo unas cuantas veces. Pero como ya mi piel estaba sensible de la paliza del día anterior. Me quejé bastante y me moví mucho más, lo cual no le agradó a Rafa y buscó el cepillo en mi cartera mientras me dejaba arrodillada en el suelo con las manos en la cabeza.
Yo le rogué que no me pegara con el cepillo pero él no escuchó mis súplicas. En serio odio el cepillo… Otras spankees dicen que prefieren el cepillo al cinturón pero yo no. No es que me guste la correa pero la prefiero al cepillo, no sé por qué pero el dolor que me provoca la madera es insoportable. Además, la intensidad y la rapidez con la que Rafa usa el cepillo hacen que me arda más. Rafa dice que jamás ha usado toda su fuerza al pegarme… que nunca lo haría pero yo podría jurar que más de una vez lo ha hecho, y si no es así prefiero no probarlo.
Me colocó en cuatro (de perrito) y me dio los primeros golpes con el cepillo pero como me movía demasiado terminó sentado en el piso conmigo sobre sus rodillas y luego yo totalmente acostada sobre el piso. Tanto me moví, grité y pataleé que Rafa se molestó y pasó a la correa. Él dice que, al parecer, yo sólo entiendo con ella. Yo le digo que no es cierto, y en más en este caso. Estaba arrepentida de haber manejado a esa velocidad desde mucho antes de que me castigara. Al rato me envió de rodillas al rincón mientras leía la tarea que me había ordenado hacer.
La tarea consistía en escribir en una hoja cinco razones por las cuales no debo correr. Realmente la hice 10 minutos antes de que Rafa llegara a buscarme y no pensé mucho así que escribí:
1. Puedo perder el control del vehículo.
2. Puedo atropellar a alguien que esté cruzando la calle.
3. Puedo chocar con otro carro.
4. Puedo salir herida o muerta así como cualquier persona que esté alrededor.
5. Es ilegal.
Y aquí es donde comienza la historia de cómo lloré. Rafa había colocado la hoja sobre la mesa y me ordenó colocarme con los brazos apoyados sobre la mesa mirando a la hoja de papel con la espalda arqueada y mis nalgas expuestas. Colocó encima de la mesa el cepillo y la correa y me preguntó cual prefería… obviamente le contesté que ninguna. Así que decidió usar las dos más su pesada mano.
Me hizo leer cada una de las reglas dándome un azote por cada palabra. Cuando decía más de dos palabras seguidas o la decía antes de que me lo ordenara volvía a comenzar. Además intercambiaba los instrumentos varias veces y me hacía repetir las frases hasta que estaba convencido de que las había entendido bien. Estuve más de media hora leyendo y escuchando sus regaños… jamás me había hablado tan fuerte ni había sido tan severo. No sé si fue porque me hizo dar cuenta de que fui muy irresponsable y todo lo que pudo haber pasado, los azotes tan fuertes que me daba, la vergüenza que me daba estar casi desnuda, la presión de leer pausadamente cada palabra o la forma en que me regañaba, o quizás el conjunto de todas las anteriores pero después de la segunda vez que repetí la primera razón para no correr las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Al principio intenté contenerlas pera luego no pude resistirme más y me sentía tan mal por haber manejado como lo hice que no pude evitar desmoronarme.
La descarga emocional que sentí fue increíble. Me encantó el desahogo que logré a través de mis lágrimas y la combinación con la vergüenza que sentía por el hecho de que Rafa me viese llorando fue inigualable. No creo que sea una experiencia que se repita a menudo, pero sin duda alguna ya Rafa descubrió cómo quebrar mi orgullo y mis defensas y seguramente no será la última vez que lo logre.
No sé qué pasaba por la mente de Rafa cuando me veía llorando, aunque casi todo el tiempo tuve la cabeza baja para que no me viera; sin embargo no pareció conmoverse con mis lágrimas y me azotó hasta que estuvo convencido de que había aprendido mi lección. Luego me levantó, me sentó sobre sus rodillas, me abrazó y me besó recordándome que todo lo hace por mi bien y porque me quiere mientras secaba mis lágrimas.
Es tardísimo y no me di cuenta de la hora. Tenía permiso de quedarme despierta hasta la 1:00 am pero espero que Rafa entienda que estaba escribiendo esta entrada y no decida castigarme por esto.
Ahora bien… mientras esperamos la tercera y última parte del relato del regalo de cumpleaños de Rafa me gustaría saber ¿Que sienten los spankers cuando ven a su spankee llorando durante una buena tunda? y ¿Qué sienten las otras spankees cuando lloran? Espero sus respuestas.